Un poco de música

domingo, 9 de noviembre de 2008

San Juan de Letrán...

Hoy, 9 de Noviembre, la Iglesia celebra la dedicación de esta Iglesia: San Juan de Letrán. Cierto que para muchos esto significa prácticamente nada... sin embargo para los que intentamos vivir el Evangelio con el corazón atento a la experiencia del Hermano Francisco, esta iglesia tiene algo especial... en el año 1209 Francisco viene a este lugar con un pequeño grupo de hermanos con la intención de presentarle al Papa Inocencio III su forma de vida para que este se la aprobase... ese momento está como inmortalizado en varias fuentes hagiográficas y en un monumento ubicado a unos metros de esta iglesia, donde Francico está de pie mirando hacia San Juan de Letrán y el resto de los hermanos en el suelo como exhaustos por el camino... Los invito a recordar aquel momento tan importante para la vida de la Fraternidad desde el relato que nos hace Juan de Perusa en una obrita que él quiso llamar "De inceptione..." (Sobre los inicios):

Viendo el bienaventurado Francisco que por la gracia del Salvador iban los hermanos aumentando en número y creciendo en méritos, les dijo: "Por lo visto, hermanos, el Señor quiere hacer de nosotros una gran agrupación. Vayamos, pues, a nuestra madre la Iglesia Romana a e informemos al sumo pontífice de cuanto Dios obra por medio de nosotros, par a que sigamos, con su aprobación y mandato, la ora que hemos emprendido». Como les gustó la proposición, tomó a los doce hermanos y partieron para Roma…
Llegados que fueron a Roma, se encontraron con el obispo de Asís, que a la sazón se hallaba en la Ciudad Eterna. Al verlos, los acogió con inmenso gozo.
El obispo era conocido de cierto cardenal llamado señor Juan de San Pablo; era varón probo y religioso y amaba mucho a los siervos de Dios. El obispo le puso al tanto del proyecto y forma de vida del bienaventurado Francisco y de sus hermanos. Oído su relato, el cardenal manifestó gran deseo de conocerlo personalmente a él y a algunos de sus hermanos. Al enterarse de que estaban en Roma, les mandó un mensajero y los invitó a su presencia. Los vio y los acogió con devoción y amor…
Acudió, pues, a la curia y expuso al señor papa Inocencio III: "He encontrado a un varón de gran perfección, que quiere vivir según la forma del santo Evangelio y practicar la perfección evangélica. Por mi parte, estoy convencido de que por su medio quiere el Señor renovar cabalmente su Iglesia en el mundo entero". Oyéndolo el papa, se admiró y le dijo: "Tráemelo".
Así, pues, al día siguiente, el cardenal lo llevó a la presencia del papa. El bienaventurado Francisco expuso claramente todo su propósito al sumo pontífice, tal como antes lo había hecho con el cardenal.
El señor papa le arguyó: Demasiado dura y áspera es vuestra vida, si, queriendo formar una agrupación, os proponéis no poseer nada en este mundo. ¿De dónde sacaréis cuanto necesitéis? El bienaventurado Francisco le respondió: "Señor, confío en mi Señor Jesucristo, pues quien se comprometió a darnos vida y gloria en el cielo, no nos privará, al debido tiempo, de lo que necesitan nuestros cuerpos en la tierra". Le replicó el papa: "Está muy bien lo que dices, hijo; pero la naturaleza humana es frágil y jamás persevera en un mismo ánimo. Vete y de todo corazón pide al Señor que se digne inspirarte miras más sensatas y más provechosas para vuestras almas. Cuando vuelvas, comunícamelas, y yo entonces te las aprobaré"…
[Después de la oración] Se puso de pie, y al instante fue a ver al señor apostólico y le comunicó cuanto Dios le había manifestado.
Al oírlo el señor papa, se quedó muy asombrado de que el Señor revelara su voluntad a hombre tan simple. Y reconoció que ese varón no se movía guiado por sabiduría humana, sino en la inspiración y poder del Espíritu.
Y el señor papa le concedió la Regla a él y a los hermanos presentes y futuros, y le dio licencia de predicar en todas partes según la gracia del Espíritu Santo que se le concediese. Otorgó también que pudieran predicar todos aquellos hermanos a quienes el bienaventurado Francisco les confiase el ministerio de la predicación.
Desde entonces, el bienaventurado Francisco empezó a predicar al pueblo por ciudades y castillos según se lo inspiraba el Espíritu del Señor. Y el Señor puso en sus labios palabras tan apropiadas, suaves y sabrosísimas, que era prácticamente imposible cansarse de oírlo
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[Anónimo de Perusa 31-36]...

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